Fue un día de primavera del 2019. Anthony había empezado su nuevo trabajo y andaba recorriendo distintos sectores como parte de su introducción. Llegó Elena y se presentó apretando su mano firme hasta sentir el último de sus desprevenidos huesitos. Cuando Anthony se fue, ella se sentó con su colega y googlearon intentando descubrir algo más de este inesperado tipo con el pelo engominado y perfecto. 

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Pasaron los días y algunas semanas, el calorcito veraniego ya estaba embriagando. Entonces coincidieron en un mismo proyecto. Elena vio la oportunidad perfecta para provocar una conversación y lo ejecutó con un simple: ”¿hablás español?”. De ahí la conversación pasó de los mails de trabajo a las redes, a los chats, a varios almuerzos compartidos. Un dia, y después de acomodar sus intrincadas especulaciones Elena decidió tomar la iniciativa y sacudir el tablero (sin despeinarlo) y invitarlo a una primera salida. Resulto que quien sabe en qué momento Anthony registró cuál era el trago favorito de la desafiante, así que cuando Elena empujando la puerta del bar clavó su mirada en la barra y ahí estaba servido su trago favorito: una margarita perfecta. Entonces ella alucinó: "epa, este tipo sí que presta atención”.

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Semanas después, vio que tenía la ropa ordenada por colores y pensó: “listo, este hombre no me puede sorprender dejando sus medias por el suelo.

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Hoy, cinco años después, todavia estan aquí: queriéndose sin insistir y nunca han discutido sobre la limpieza o sobre medias en el suelo.